En el tiempo actual, Siglo XXI, en nuestro país se han suscitado diversos escenarios en lo económico, político, educativo, social a la par de los avances de la ciencia y la tecnología.
En lo referente a educación los vientos nacionales de cambio esculpieron una reforma para el nivel básico; una reforma entendida como las grandes transformaciones que surgen desde un plano tripartita macro-político-legal, gestando en su interior la pretensión de afectar los componentes principales del Sistema Educativo -propósitos, programas y planes, medios, metodología, estrategias de evaluación, actualización para docentes, etc.- desde la educación preescolar a la superior.
Al poner en práctica el nuevo Plan de Estudios 2009, para educación primaria y lograr la alineación con preescolar y secundaria, como lo establece la RIEB, el docente surge, como el eje estructurador de la labor pedagógica en México. Éste “nuevo docente” mantiene como uno de sus rasgos la “identidad profesional y ética”, es capaz de hacer una revisión reflexiva de su propio quehacer, conoce el programa de estudio y los auxiliares didácticos factibles, trabaja no de manera aislada, cerrada, sino que comparte su saber con sus iguales, rediseña su práctica y la “redefine”, de acuerdo al “contexto de la RIEB".
El acelerado cambio demográfico, social, económico y político de nuestro tiempo exige que la educación se transforme, a efecto de estar en condiciones de cumplir con sus objetivos, lo cual nos obliga a una profunda reflexión sobre la sociedad que deseamos y el país que queremos construir.
En secundaria, se aprecian los matices de enfoque socioeducativo en los propósitos del plan de estudio, en algunas asignaturas, como en el Programa de Español I, II y III, cuando propone que la asistencia a la secundaria represente, para todos los alumnos, la adquisición de los conocimientos, el desarrollo de habilidades, así como la construcción de valores y actitudes; es decir, la formación en las competencias propuestas por el currículo común, a partir del contexto nacional pluricultural y de la especificidad de cada contexto regional, estatal y comunitario. Que el adolescente reconozca y valore las distintas prácticas y procesos culturales. Contribuyendo a la convivencia respetuosa; que asuma la interculturalidad como riqueza y forma de convivencia en la diversidad social, étnica, cultural y lingüística.